07 septiembre 2007

tecum loquor, oh poema, tecumque qui poema legis!


A veces dialogo con mi pepito grillo particular, con mi conciencia que, en ocasiones, se niega a responderme y me deja con la palabra en la boca. Hoy me preguntaba sobre la importancia de la palabra, la poesía, la comunicación y desde mis entretelas más internas ha salido este poema que, sin que sirva de precedente, no dedico a mi mujer o a alguien en particular, sino a todos vosotros y vosotras que, con paciencia infinita, leéis mis escritos. Es un diálogo, reflexión sobre qué espero de la poesía, de la palabra dejada en el aire, qué hueco llena en este momento en mi vida.

Hace unos años, me sirvió para aprender a identificar y verbalizar mis propias emociones. Hoy ha cambiado y tiene otro tono, menos académico, pero más de verdad, más natural. Espero que os llegue a los ojos del alma. Un abrazo.




No necesito, poema,
que dibujes bellas metáforas,
engalanadas imágenes
de colores aún no pintados,
que lances al cielo luces
en imposibles formas.
No.

Necesito, poema,
que expreses el jugo de mis lágrimas,
que pintes la sombra de mi alegría,
que dejes olores en el viento
de mis anhelos más sentidos.
Necesito que trasmitas
sabores de cocina vieja
renovados en tus letras,
que cuando otro te lea,
sienta en su piel
un pinchazo
leve de sentimiento,
en su alma un crujir
suave de entendimiento,
y en sus ojos se encienda la luz
de lo que has creado,
de lo que he sentido.

Necesito, lector,
que digieras lo que escribo,
los ingredientes más tiernos,
preparados con esmero,
aderezados con mimo.

Ah, si pudiera
esconderme mientras lees,
espiar cómo en tus ojos
se dibuja una sonrisa
o se desborda una gota
y la enjugas con tu mano.



Ah si pudiera, amigo,
leer frente a tus ojos…

.

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La semana que viene, menú de final de verano. No faltéis.