Hay días en que reencontramos retazos de nuestro pasado, nos conmueven por dentro, hacen temblar las estructuras que nos sostienen, acercan el miedo hasta la médula de nuestro sentir y necesitamos pausar las prisas y acunar las emociones, acercar los pensamientos a lo que sentimos, integrar lo sabido y lo sentido, verbalizar lo que nos pasa y, al darle palabras, buscar y encontrar cómo integrar y afrontar ese pasado, ese miedo, ese temblor.
Cuando lo logramos, esa sensación de paz serena atenúa los temblores y vemos la puerta de la esperanza más abierta y más luminosa. Encontrar a las personas que reciben mis palabras y me ayudan a gestionar lo que siento es la mejor ayuda para seguir adelante.
Ayer tuve el privilegio de enseñar el Casco Antiguo de mi ciudad, de Vitoria-Gasteiz a una cuadrilla de Elorrio. Disfruté viendo cómo los ojos curiosos de los amigos de mis amigos iban guardando los detalles, los monumentos y las historias; viendo cómo los ojos me devolvían la gratitud de compartir lo que sabemos, lo que somos y sentimos. Estoy encantado de pasear por la Vitoria medieval y neoclásica, de recorrer rincones que esconden siglos de historias por contar.
Un abrazo para los viajeros que nos visitan y encuentran nuestras manos abiertas a la charla y a compartir tiempo y mantel.
(El cuadro de arriba es el último que ha hecho mi hijo Beñat. Es un artista)