18 mayo 2008


Hay días en que reencontramos retazos de nuestro pasado, nos conmueven por dentro, hacen temblar las estructuras que nos sostienen, acercan el miedo hasta la médula de nuestro sentir y necesitamos pausar las prisas y acunar las emociones, acercar los pensamientos a lo que sentimos, integrar lo sabido y lo sentido, verbalizar lo que nos pasa y, al darle palabras, buscar y encontrar cómo integrar y afrontar ese pasado, ese miedo, ese temblor.

Cuando lo logramos, esa sensación de paz serena atenúa los temblores y vemos la puerta de la esperanza más abierta y más luminosa. Encontrar a las personas que reciben mis palabras y me ayudan a gestionar lo que siento es la mejor ayuda para seguir adelante.

Ayer tuve el privilegio de enseñar el Casco Antiguo de mi ciudad, de Vitoria-Gasteiz a una cuadrilla de Elorrio. Disfruté viendo cómo los ojos curiosos de los amigos de mis amigos iban guardando los detalles, los monumentos y las historias; viendo cómo los ojos me devolvían la gratitud de compartir lo que sabemos, lo que somos y sentimos. Estoy encantado de pasear por la Vitoria medieval y neoclásica, de recorrer rincones que esconden siglos de historias por contar.

Un abrazo para los viajeros que nos visitan y encuentran nuestras manos abiertas a la charla y a compartir tiempo y mantel.

(El cuadro de arriba es el último que ha hecho mi hijo Beñat. Es un artista)