19 octubre 2006

Poema de amor sensual

Recuperado también de la misma obra de teatro antes citada, vaya este poema para que cada quien se lo dedique a quien quiera, con pasión, con mimo, con dedicación.
Mis manos quieren vestirte
de ternura trasparente
de nuevos tules azules
deseos sin final, salidos
de mis entrañas más dulces.

Mis labios quieren saberte,
recorrer tu geografía,
no dejar valle ni monte.
Mis ojos aspiran ser
compañeros de tus viajes
colarse en tus equipajes
y, polizón de tu alma, yo
amar contigo eternamente.
Este cuento forma parte de una obra de teatro para ser leída:
"Historia de mi vivir (teatro para sentir)" Modesto Amestoy
escrita entre enero y mayo de 2004.
Modesto 19 octubre 2006

un cuento para los sobrinos más pequeños


un cuento para los sobrinos más pequeños y para los amigos-as más grandes.

Para acabar este día de otoño, qué mejor cosa que un cuento para todos-as, aunque la imagen de los cuentos siempre será unos niños-as alrededor del que lo cuenta.

“El arroyo y el tiempo”.

En un país, sin que importe demasiado cuál, vivía un niño, o niña, tampoco tiene la más mínima importancia, en una casa de montaña y cerca de la misma existía un arroyo al cual acudía de vez en cuando a jugar, a lanzar piedras, a saltar o a bañarse con sus amigos.

Eran tiempos sin prisa donde cada momento era independiente de los anteriores y de los siguientes. El niño y el arroyo transcurrían sin prisa por el paisaje.

Creció el niño y se fue haciendo mayor. Empezó a experimentar inquietud por ver dónde empezaba y acababa el arroyo y solía correr por las orillas del mismo hasta el nacedero donde empezaba y hasta el río grande donde acababa.

Cuando quería llegar al final del río y encontrarse con otras personas jóvenes como él, el arroyo le parecía demasiado lento y quería que fuese más rápido, que no se demorase entre las piedras y en los recodos.

Saltaba de piedra en piedra, de orilla a orilla cuando podía y acortaba el camino hasta su destino.

Siguió creciendo y llegó a una cierta madurez. Sus cabellos empezaron a escasear y las preocupaciones, los trabajos (tenía que llevar cosas de las huertas hasta el final del arroyo), las gentes que con él vivían, le mantenían ocupado y preocupado.

Trataba de disfrutar del arroyo mientras caminaba, pero el río seguía su curso imperturbable. Le hubiera gustado sentarse en cualquier recodo, sobre cualquier piedra, pero las obligaciones le impedían el parar, debía continuar hasta el final y acabar sus obligaciones.

Cuando regresaba hasta su casa, hubiese deseado que el arroyo bajase más despacio, poder disfrutar de pequeños altos en sus quehaceres, pero no era fácil, siempre había algo que hacer y el arroyo no se paraba.

Una tarde, al volver hacia casa, se encontró con un amigo de la infancia, cuando todo parecía una sucesión de momentos independientes y se sentaron un rato junto al arroyo. Charlaron, se preguntaron y contestaron, y parecía que el arroyo no se moviera. Estaba anocheciendo y sintió lo bien que estaba por dentro, aunque el arroyo no se había detenido, él había sentido que casi lo había conseguido. En su interior el arroyo se había remansado, habían desaparecido sus prisas y sus saltos.

Se prometió a sí mismo parar de vez en cuando en ese u otro recodo y dedicarse a escuchar el bosque, los cantos, el silencio, su respirar y sus pensamientos, salirse del rápido discurrir de todos los días.

Pero no era fácil, no encontraba tantos momentos. Fue aprendiendo y encontrando con más facilidad cada vez esos instantes.

Nuestro personaje siguió creciendo, sus cabellos eran cada vez menos y su cuerpo iba encorvándose; sus andares, cada vez más lentos, le llevaban al arroyo, sin obligaciones, y volvía a sentir su transcurrir de nuevo como momentos independientes. El agua estaba hoy aquí, mañana allí, no importaba, lo importante era que siguiera su curso.

Solía llevar a su nieto pequeño en alguno de sus paseos y sonreía bajo la sombra de algún roble, mientras el pequeño lanzaba piedras, saltaba al agua, al transcurrir sin tiempo del agua. También veían pasar de vez en cuando a algún vecino más joven, casi sin tiempo para saludar, buscando el final o el nacer del arroyo y esperaban al atardecer la vuelta de su hijo, de sus idas y venidas.

Un día, se sentaron juntos a observar los últimos juegos del niño, antes de volver a casa y mirando a los ojos del hijo, que observaba y le decía al nieto que era tarde, que tenían que volver a casa, le pidió que estuviera tranquilo, que la prisa no les iba a hacer ganar tiempo. De repente, le pareció que el arroyo se detenía, que dejaba de correr. Encontró una lágrima en los ojos de su hijo y de su nieto. No veía ya el arroyo.

Ese día volvieron solos a casa nieto e hijo. El abuelo se había fundido en el arroyo que, como siempre, continuaba con su eterno transcurrir, entre los montes, hacia otro río.

Este cuento forma parte de una obra de teatro para ser leída:
"Historia de mi vivir (teatro para sentir)" Modesto Amestoy
escrita entre enero y mayo de 2004.
Modesto 19 octubre 2006

frases para reflexionar, también en otoño

A imitación de mi amigo Juanan, gran coleccionista de palíndromos y frases célebres, publico aquí algunas que he recogido últimamente:

Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan. Ese lugar es mañana.

Eduardo Galeano

En ciertos oasis el desierto es sólo un espejismo.

Mario Benedetti

Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.

Eduardo Galeano

Los hombres inteligentes quieren aprender; los demás, enseñar.

Anton Chejov

La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

Eduardo Galeano
No sé si os gustarán más o menos, pero hay que reconocer que los tíos piensan y aportan sabiduría a nuestros otoños. Hoy seguimos de otoño.
Modesto 19 octubre 2006

en otoño, patitas de cordero (receta de la Marina)

Ahora en otoño, es un buen momento para preparar unas patitas de cordero (o de cerdo, que tampoco están mal). Esta receta me la pasó mi madre y en su honor la publico aquí:

Patitas de cordero

Limpiar bien si no las has comprado limpias.
Cocer con abundante cebolla en la olla 20 minutos.
En una sartén, rehogar con aceite, cebolla, pimiento verde, pimiento rojo, puerro picadito y ajo (todo bien picado). Añadir jamón con algo de tocino y chorizo en tacos. Seguir rehogando. Añadir algo de harina o espesante y después las patas cocidas.
Añadir agua, vino blanco y pimentón (mezcla de dulce y picante) y un par de cayenas.
Dejar que siga cociendo y se mezclen los sabores.
También se le pueden añadir unos callos, que son muy buenos para el estómago.
On egin.
Modestok urriaren 19an.

hoy es un típico día de otoño

Hoy, al mirar por las ventanas y ver la serenidad del cielo encapotado en gris continuo, la lluvia suave que golpea con sus nudillos los cristales, parece más suave el otoño, más tierno y acogedor mientras estamos al calor de la casa, del hogar y del fuego, aunque sea imaginario.
En mi interior la calma momentánea, la sosegada espera mientras transcurren las horas, me ha hecho recordar unos poemas que escribí a las distintas estaciones, representándolas en diferentes árboles. El del otoño era el haya.

Otoño

Haya

De tus ramas van cayendo sedosas
tristes hojas rojas ya sin consuelo
cubriendo la tierra, mirando al cielo
son de su propia sepultura las losas.

Dan su vida y vierten poderosas
su último canto y su vital anhelo
pudrirse en las entrañas de ese suelo
resurgir en savia nueva, gloriosas

Haya en tonos rojos engalanada
apura del otoño los calores
derrama en la tierra tu fértil llanto

de hojas convertidas en sutil manto
espera que nuevos verdes colores
recubran tu estructura esperanzada.
Hay tristeza en las imágenes del otoño, pero hay paz, quietud de un futuro que se aletarga, se agazapa ante nuestros ojos y nos obliga a reposar a la espera de nuevos renaceres y nuevas estaciones.
El empleo de las estaciones como metáfora de las distintas edades del hombre y de distintos estados de ánimo humanos ha sido recurrente en los poetas y en las personas. Quizás, para nosotros, cuarentones, esté acabando el verano y empecemos a notar los primeros síntomas de un otoño que, espero, nos traiga paz y quietud a la sombra de este haya engalanada cuando paseemos y al calor del fuego del hogar, cuando descansemos.
un buen otoño a todos-as.
19 octubre 2006 Modesto