10 julio 2007

el asombro en los ojos de los niños


Gracias y que tengas muchos buenos días.


Bajo tus ramas, árbol acogedor
dejaré letras de agradecimiento
trasmitiré sones de sentimiento
de protección sentida a tu alrededor.

Traslado ante ti mis miedos, sabedor
que el tiempo madurará lo que siento.
Entre tus hojas sin tiempo, contento
te hago de mis sombras tierno valedor.

El viento refresque en la noche tus hojas
el rocío al alba te haga brillar
te caliente el sol tibio del mediodía

la tarde, el cielo de luces rojas
anunciando la noche, logre conciliar
tus sueños y tu vida en armonía.


(poema dedicado a un buen profesional y buena persona que me ha ayudado mucho y a quien recurro de vez en cuando).


mores conmutant (las costumbres cambian) o de cómo se asombran cada vez menos los ojos de los niños-as


No sé vosotros, queridos y comprensivos lectores que, con paciencia, desgranáis mis palabras al albur del fuego del hogar, reunidos en las tardes de invierno (invierno nevado en Buenos Aires), mientras las historias aprendidas de generación en generación, van calando en los retoños que observan todo con ojos de asombro y respeto y se empapan, no sólo de palabras y relatos, sino de cariño y ternura en la conversación.


Viene esta reflexión al contraste que observo en las costumbres de contacto familiar. Hoy, con la televisión como fuego centrador, la play y el ordenador, cada vez es más difícil ver esos ojos de asombro en los niños mientras escuchan al aitona (abuelo) o a la ama (madre) narrar el pasado, cantar una canción o aquellos refranes que resumían la sabiduría popular.


No soy nostálgico y creo que hemos mejorado, a grandes rasgos, nuestro vivir cotidiano. No añoro los modos de vida pasados por mejores o peores, ni la autoridad impuesta con la mirada dura y el miedo. Hemos logrado mejorar la expontaneidad en las relaciones con nuestros hijos, la libertad de éstos para manifestar sentimientos, la cercanía en los abrazos y los afectos, la relación basada en la confianza y el respeto ganado por los hechos, no por el miedo.


Pero echo a faltar los encuentros donde los ojos se asombran con las palabras del aitona, los sentidos se empapan de las emanaciones que se respiran entre los platos de la mesa... Cada uno intentamos aunar las costumbres de hoy en día con los deseos de que las buenas costumbres mantengan los hilos que van uniendo las generaciones con invisibles lazos repetidos.


Un brindis por los intentos que hacemos por ello.


Yo no tuve la suerte de conocer a mis abuelos y mi padre no pudo ser abuelo mucho tiempo, porque murió demasiado pronto (en la foto está con una nieta). Quizás sea por ello que añoro sus palabras y mis ojos de niño echan de menos asombrarse más a menudo con mil historias y meriendas compartidas. Que la vida me dé la oportunidad de asombrar los ojos de mis hijos y, si llegan, los de mis futuros nietos.


Un abrazo y el mismo deseo para todos vosotros y vosotras. Qué tengáis muchos buenos días.