20 diciembre 2007



La hora de la despedida:

Hola amigos y amigas, que habéis compartido conmigo sueños, poemas, cocina y reflexiones varias, hoy he venido a despedirme, sin demasiada tristeza (que un poco sí), con un montón de sonrisas en el alma y alguna lágrima de las que hacen brindar.

En marzo de 2006 abrí esta ventana, con la imagen del tejo, para volcar un montón de emociones, encontrar amigos, verter vivencias y reflexiones… aprendí de mi amigo Juanan (dedalus) y estuve un año volcando y volcando. En marzo del 07 me aventuré a visitar blogs, a escribir a los demás, a entrar en vuestras casas y en vuestras vidas, cada vez con más confianza, a visitar vuestras neveras y compartir con vosotros la mesa y la conversación, el vino y el alma… Y me habéis ido contestando, me habéis hecho partícipes de vuestra ilusión, de vuestros avatares, trabajos, amores, historias de vida que hemos compartido más allá del blog.

He encontrado un espacio de expresión y de compartir que ha colmado mis necesidades de estar en relación con más gente, de causar impacto en los demás, de reconocimiento a mis pocas o muchas dotes de poeta y cocinero. Habéis acompañado mi camino junto a mi familia, junto al crecer de mi hijo Beñat, junto al proceso de enfermedad de mi hija Miren, junto al volar cada vez más alto y más lejos de mi hija Itziar, junto a mi querer y vivir con MariCarmen, mi mujer, junto a amigos que se han asomado a estas páginas, sus hijos (la última Enara, aún sin nacer), junto a mi cambio de trabajo y… tantas cosas…

El blog ha respondido a mis necesidades y me ha devuelto multiplicado por diez lo que yo he traído. Pero ha cumplido un ciclo y yo, culo inquieto en mi vivir, buscaré nuevas formas y nuevos caminos por los que avanzar. No voy a dejar de escribir poemas, no voy a dejar de cocinar para la familia y los amigos, no voy a dejar de acoger bajo mi ventana a quien se acerque a ella con una sonrisa o, quizá, con una lágrima y me necesite… sigo aquí, quien quiera ser peregrino y acercarse, será bien recibido. No encuentro tiempo para devolver las visitas y eso no me gusta. Prefiero enviaros lo que haga y visitaros cuando tenga tiempo.

No sé si me arrepentiré, si volveré dentro de unas semanas a llenar estos folios de palabras y emociones, de ingredientes culinarios y colores de amigos que sonrían al leer el blog… no lo sé.

Para quien quiera que le siga mandando los poemas que escriba, o que le envíe por correo las recetas que vaya aprendiendo… abriré unos grupos en mi correo. Si queréis recibirlo, mandadme un correo a modes.amestoy@gmail.com y os escribiré de vez en cuando (también a quienes me leéis sin comentar, os agradecería un correo para incluiros en la lista). Por lo demás, no encuentro una manera mejor de despedirme que con un poema, un abrazo enorme por lo que habéis supuesto en mi vida y un brindis (con rioja) por lo que vais a seguir suponiendo en adelante.

No te diré adiós,
notarás mi tristeza en la voz,
un temblor en mis palabras
para trasmitir a tu corazón
lo que siento, lo que pienso,
lo que soy y lo que te doy,
sentirás mi caminar
a tu lado, en el silencio,
escucharás mi canción
y palpitará en tu piel
el calor de mi amistad.



Os dejo un rioja y unos bombones de mi ciudad: Vitoria-Gasteiz. Os abrazo.

16 diciembre 2007

mi ciudad: vitoria-gasteiz


Como cada mañana, entre la niebla y el despertar del día, aparecen los rasgos de cada edificio, de cada torre de mi ciudad, mientras camino, las manos encogidas por el frío en los bolsillos, hacia el edificio donde trabajo.

Entro en las calles medievales, la luz de algunas farolas me iluminan el pasado de ocho siglos que me salen al encuentro. Entro por la calleja que da la vuelta a la iglesia de San Pedro, puedo imaginar las gentes de hace seiscientos años, acudiendo con miedo, con prisa a la iglesia donde se reúnen los nobles bien vestidos y los pobres con harapos, atrás, de pie. Pero todos pasan por la misma puerta, entran bajo la imagen imponente de la Virgen, sonriendo, y las imágenes de los doce apóstoles, pintadas de vivos colores, bajo el tímpano lleno de figuras bellamente esculpidas en la piedra. Todos huelen el incienso que disimula los olores de una ciudad medieval.

Avanzo por el cantón, dejo a un lado casas blasonadas, con escudos de familias que ya no existen, con ventanas donde puedo imaginar a los propietarios de la casa, comentando los avatares de los que pasan por la calle Herrería, con sus carros cargados de fardos de lana o con sus caballos cansados de avanzar en el duro invierno en la ruta que unía Castilla con el norte de Europa, o peregrinos curioseando entre las calles…

Subo a lo alto de la colina, donde se asientan las calles más viejas, palacios renacentistas de familias poderosas que tejieron sus moradas para vencer al tiempo, para dejar sus huellas a un paseante del futuro que se preguntará algún día por aquellas gentes, sus problemas, sus anhelos, sus amores y sus cuitas… que imaginará mientras camina entre la niebla y el frío, que camina seiscientos años atrás y ve salir del palacio una carreta, unos personajes que inician un viaje, mientras saludan a quien se encuentran en la calle.

Tuerzo a la derecha y las siluetas de otras dos torres, de San Miguel y San Vicente, se entremezclan con las paredes de otros palacios y de casas más humildes, más modernas, menos casas. El empedrado de la calle me va marcando el camino, busco la protección de las casas contra el viento, contra la lluvia y voy llegando al trabajo. Al fondo la torre de la catedral, su plaza y su fuente se perfilan contra el cielo, aún negruzco, de la noche, raso y sin nubes.

Enciendo el ordenador y le Edad Media se esfuma, comienzo otro nuevo día de trabajo. El abrazo entre el pasado y el presente, en mi imaginación, produce un destello en el negro de la noche, entre las pocas estrellas que titilan en el cielo. Vuelvo al presente y tecleo mientras miro la pantalla, mi clave personal: “Me encanta mi ciudad, me encanta Vitoria-Gasteiz”

10 diciembre 2007

poesía para una niña que va a nacer


Con el nombre que han pensado sus padres para la niña que crece en el vientre de Iratxe y junto a los cuidados de Carlos, me surgieron estas palabras. El nombre es Enara, que significa golondrina en euskera.



El primero se lo regalo al padre para que se lo lea a su hija. Un abrazo Carlos.






Quiero tejer con mis ramas
una cuna donde descanses tranquila
poner una manta de ternura
donde reposes con paz
mientras tu padre te mira
donde sonrías entre sueños
mientras tu madre descansa.

Trenzaré con emociones vividas
un nido que te proteja
del frío de la mañana
y del calor al mediodía
pensaré tus sonrisas dormidas
imaginando mundos sin estrenar
avivaré tu fuego de futuro
con lágrimas sin tiempo

construiremos los dos un mundo
que te permita crecer sin miedo
donde aprendas a volar
en círculos cada vez más grandes
donde desarrolles más
lo que sientes, lo que eres,
lo que sabes, lo que vives
donde vayas dejando las huellas
de tu crecer enraizado

y las manos que al principio
apoyarán tus inciertos pasos
recibirán con el tiempo
arrugadas por tejer y trenzar
tu caricia enternecida
tu cariño y tu sonrisa
cerrando el círculo de vida
que se inicia mientras creces
en el vientre enamorado
de dos almas que te esperan.



El segundo se lo regalo a Iratxe, con la que tanto he aprendido y compartido. Un abrazo.






Una torre, un campanario
sonidos alegres llenan los huecos
los nidos de docenas de golondrinas
empeñadas en volar y volar
en inacabables círculos
recortando su breve figura
contra el azul del cielo
bordeando el silencio de la tarde
de verano frente a la sierra.

Un nido, una breve parada
un volver a volar incansable
mientras los pájaros padres
observan sonrientes y callados,
acompañan los primeros vuelos
enseñan caminos nuevos
y esperan pacientes
la vuelta de la pequeña golondrina
a la paz del nido en la torre.




Fortalecer la torre
construir con mimo el nido
tener paciencia y volar
junto a la pequeña, soltar
de cuando en vez la mano,
amamantar los sueños,
mirar con ternura el crecer
y esperar hasta que un día
encuentre otra torre, otro cielo
donde romper el azul
con la gracia de su volar.






Y para todos los que leáis estos poemas, un abrazo de padre que recuerda las sensaciones y las emociones vividas hace mucho tiempo, antes de nacer mis hijos.

06 diciembre 2007

dos recetas rellenas con cariño

Voy a contaros dos platos sencillos y muy agradecidos que me han enseñado mi hermana Oren y mi hija mediana Miren.

Huevos rellenos:


Ingredientes:
Huevos
atún
mahonesa
aceitunas


Preparación:

Se cuecen los huevos unos 10 minutos con una chorrotada de vinagre y sal, se dejan enfriar y se parten por la mitad apartando las yemas y las claras.

En un bol mezclamos atún, parte de las yemas y mahonesa para lograr el relleno (también podemos jugar con chatka y otros ingredientes). Rellenamos los medios huevos y guardando algunas yemas, las espolvoreamos por encima con un rallador. Adornamos con medias aceitunas.


Tomates rellenos de arroz:

Ingredientes:
Tomates medianos o grandes.
Arroz.
Berenjena, calabacín, pimiento verde y rojo, zanahoria.
Queso rallado.
Aceite, agua y sal.


Preparación:

Cocemos el arroz con un poco de cebolla y lo reservamos aparte.
En una sartén ponemos a pochar las verduras bien troceaditas, añadiendo la carne de los tomates que vaciaremos con una cucharita. Cuando estén bien pochadas, añadimos el arroz y lo mezclamos bien para lograr el relleno de los tomates.
Rellenamos los tomates con la mezcla y espolvoreamos con queso rallado y, si nos gusta, cubrimos con la tapa del tomate.
Metemos al horno 5 minutos antes de servir en la mesa.
Bueno os dejo con estas dos recetas sencillas y aprovechables para cualquier día. Como siempre, os prometo un par de poemas para la semana que viene y que perdonéis mis pocas visitas a vuestros blogs por falta de tiempo. Que disfrutemos de la vida.
Un abrazo y un brindis por estar ahí.