23 septiembre 2007

brindo por ti, por mí y por el otoño



Árboles en otoño:

A los árboles del bosque nos ha llegado el otoño. Nuestros ojos empiezan a ver las hojas por el suelo, castañas brillantes que niños sin maldad lanzarán contra todo lo que se mueva, tonos de colores que apresarán nuestros ojos mientras se desplazan por el bosque, vivas imágenes de rojizos tonos nos van vistiendo de melancolía y elegancia lánguida y cambian nuestros verdes vivos por mil tonos diferentes.

A los que caminamos por el bosque nos ha llegado el otoño. Nuestros cuerpos se van acostumbrando al frío y se abrigan mientras las hojas nos alfombran las calles, cientos de setas y hongos de singulares formas motean de con mil colores el suelo, las castañas nos recuerdan la infancia, los ojos se nos llenan de emociones y refugiamos las tardes entre libros y una copa de vino, junto al fuego recién estrenado, fuego de leños de otros árboles que dejaron de ver y sentir otoños, para pasar a darnos su esencia convertida en calor.

Las estaciones se van sucediendo en una rueda sin fin, en una sucesión de olas que nos mantienen a flote, que nos visten y nos desvisten, nos abonan y nos fructifican.

Nuestros antepasados aprendieron a celebrar los cambios de estación con diferentes ritos y diferentes fiestas. Yo, sin querer quitar el papel de druída del bosque a nadie, te propongo un sencillo rito: toma una copa de vino de tu tierra, mira por la ventana a los árboles que se están vistiendo de otoño y brinda, brinda por las amistades que te rodean, por las cosas que te preocupan y por las que te alegran, brinda por ti, por ser quien eres y ser como eres, sonríe con ternura y brinda también por mí, por las cosas que nos unen y por las que nos diferencian, brinda simplemente porque existimos en otoño.

Y a los que viven en el sur de este planeta cada vez más pequeño, a los que ahora les está floreciendo la vida en su primavera, también os pido que brindéis, que levantéis esa copa y, con ternura y una sonrisa, os unáis a este brindis por la vida, a este rito renovador. No olvidéis untar vuestro dedo en el vino y esparcir unas gotas a la Pachamama, Gaia, Amalur, Madre Tierra o como le llame el druída en vuestra aldea… los árboles, que ya están engalanándose para la siguiente estación nos devolverán una sonrisa agitando sus ramas elegantes y melancólicas.

Otros árboles, los que nos dejaron hace tiempo, los que nos enseñaron estos ritos y se fueron , los que habitan al otro lado y nos mandan su calor y protección, seguro que sonreirán con más ternura, más despacio en su ser sin tiempo, mientras nos ven brindar por la vida y el otoño, por nosotros y nuestras vidas, por seguir admirando los colores que nos visten y engalanan.

………. Y una lágrima acabó de conjugar este brindis, una lágrima que colmó de brillo y de luz la copa de vino viejo y, desde el borde de la copa viva, cayó a la tierra esperando para fructificar cuando las olas nos traigan la próxima estación, cuando la rueda nos siga volteando en el invierno, en el verano, en cada estación que nos queda por vivir.

No dejéis de brindar cada estación. Yo acabo de derramar una lágrima por mis padres sobre la copa de rioja y unas gotas sobre la tierra que me acoge. Brindo por ti y por mí. Y brindo por el otoño.