28 noviembre 2007

todos somos peregrinos

Estamos en clase, el profesor, digamos que se llama Richard, ha acabado la clase y la profesora auxiliar, pongamos que se llame Amaia, le dice a un alumno, puede que se llame Modesto, que cuente una historia para despedir el curso.

El alumno, después de extender en el suelo, en el centro de todos, una calabaza, dos maíces, una botella de rioja, un queso y unos dulces, comenzó leyendo:

“Hace muchos años, unos peregrinos salimos de Inglaterra y viajamos en el Myflower buscando una libertad que no teníamos en la vieja Europa. Pasamos un mal invierno y muchos no sobrevivieron. Los que pudimos sobrevivir, ayudados por los indios nativos, aprendimos a cultivar el maíz y la calabaza y al año siguiente, para celebrar una buena cosecha, comenzamos la costumbre de celebrar el día de Acción de Gracias.

Pasaron muchos años hasta que esta fiesta se ha hecho una costumbre y nos reunimos en torno a la mesa con pavo, maíz, calabaza y salsa de cranberry a dar gracias por la cosecha.

Nosotros, peregrinos que hemos salido en busca de nuevos espacios donde sentir, donde crecer como crece el maíz, donde aprender a ser, a sentir, a vivir entrelazados, hemos encontrado un espacio creado por el cariño y dedicación de nuestros profesores y también podemos dar las gracias, no sólo a Dios, sea como sea y esté donde esté, sino también a quienes han hecho posible este mundo nuevo, a todos nosotros.

A lo típico allá, añadimos algunas cosas típicas de acá: vino de rioja, queso de idiazabal y dulces de Izarra. Celebremos una acción de gracias”

El profesor, emocionado y con lágrimas en los ojos, dijo a los alumnos: “Esa historia se está repitiendo cada día, con peregrinos que cruzan los ríos en México, que se esconden en camiones como polizones, que cruzan los mares en pateras y llegan exhaustos a las playas de Europa, que huyen de su Africa, de la represión, de su pobreza, de su pasado… y los gobiernos de Norteamérica y de Europa no se dan cuenta de que todos hemos sido peregrinos…

Y los alumnos aprendimos tanto o más de las lágrimas del profesor que de sus palabras. Un esfuerzo por que podamos entender la necesidad de nuevos mundos.

Y el profesor trinchó el pavo y lo preparó para compartir con todos los alumnos.