22 noviembre 2007

envidiando a los del sur


Aunque la palabra envidia puede sonar a nuestros oídos un poco fuerte, me aferro a ella para expresar lo que siento cuando veo las fotos de Buenos Aires con las flores del jacarandá, con los sonidos alegres de las chicas con tirantes y la música de un tango al atardecer, en una cafetería llena de humo y baile, con el brindis de un buen vino blanco y frío, muy frío, argentino, chileno, peruano de Ica... de donde sea.


Unos versos que me salen del alma y un plato de cocina experimental y creativa:


Hace tiempo...


Hace tiempo que vengo persiguiéndote
hace tiempo que mis manos intentan asirte
hace tiempo que he puesto mi suerte en tu cintura
hace tiempo que sueño, con los ojos abiertos, con tu sentir
hace tiempo que salgo, cada vez que oigo tu voz, rápido a la calle
hace tiempo que las sombras del amanecer
envuelven mi silencioso caminar pensando en ti
hace tiempo que mis labios, cada vez con más fuerza,
gritan tu nombre a cada árbol
a cada lugar donde te puedas esconder
hace tiempo que mis ojos sufren
por la ausencia de tu figura en su retina
hace tiempo que mis silencios agonizan
a la sombra de edificios sin reflejar
hace tiempo que mis sueños duermen
esperando tu presencia, llorando tu ausencia
hace tiempo que mis emociones saltan
si sospechan que te puedes acercar
hace tiempo que me duele la razón
por no entender tu caminar
hace tiempo que no sé si fuiste real
o una ensoñación engendrada por un mago
hace tiempo que las preguntas caen sin color
al abismo del silencio lluvioso y gris


hace tiempo que sé que emigraste al sur
para alegrar los ojos y los labios de otras gentes
¿cuándo volverás, primavera, a conquistarme?
¿cuándo vendrás a mecerme en tus caderas?

La receta:


Revuelto de otoño y primavera

Vamos a ser imaginativos, a sacar nuestra creatividad a pasear y a tratar de juntar a tan dispares personajes, el uno vestido de hojas de variados colores elegantes, pero fríos y la otra con un vestido de flores azules de jacarandá, allá en el Buenos Aires sureño. (la foto del jacarandá es de Ferípula)

Sobre una ensalada de tomate y lechuga, añadimos unos trozos de aguacate y, después de saltearlas en una sartén con unos ajitos, unas setas cortadas en juliana (las mejores serían boletus edulis o cantharelus) intentando unir el otoño con la primavera. Por encima espolvoreamos un poco de queso parmesano laminado.

Para postre unas bolitas de helado de vainilla en un cestito de hojaldre, sobre las que echaremos chocolate caliente al gusto de cada uno.

Para acompañar esta maravillosa cena preparada con cariño para compartir con alguien que nos conmueva, os propongo un brindis con un vino blanco de la tierra de cada uno, yo de Rioja.

Y me despido unos días, que me marcho a compartir mesa y mantel con gentes, druídas del bosque, con los que compartiré también emociones y conversaciones. Nos vemos la semana que viene, en vuestra primavera o en nuestro otoño. Un abrazo de dos colores.