Le brillaban los ojos, le dolían los brazos, pero la sonrisa llamaba más la atención que cualquier otro detalle de la escena.
Transitamos por muchos caminos. A veces son caminos áridos, secos, pero los viste de color verde al sonreir. A veces son caminos fáciles, llanos y aburridos, pero los viste de colores al mirarlos con otros ojos, al soñarlos como si fueran caminos a descubrir.
Hay caminos que transitan por la ternura, la belleza y el humor y, aunque el suelo sea a veces áspero y duro, el caminar se hace más fácil.
Estaba en una silla de ruedas, le costaba subir la pequeña cuesta que hay frente a nuestra casa. Al llegar arriba, ha sonreido iluminando toda la calle como si, de repente, hubiera empezado la fiesta.
A algunas personas les toca transitar caminos siempre cuesta arriba, siempre con alguna dificultad añadida. Cuando conoces a alguna de estas personas y, no en todos los casos, es verdad, descubres la sonrisa que le echan al camino para salir adelante, descubres a la vez la fuerza interior que tienen para iluminar por donde van caminando. Aprender de esas personas a iluminar los caminos, cuando se tornan oscuros y dificultosos, es otra de las maravillas que podemos aprender.
Un abrazo para todos ellos y que sigamos encontrando gente de la que aprender.
Le brillaban los ojos, le dolían los brazos, pero la sonrisa llamaba más la atención que cualquier otro detalle de la escena.