03 septiembre 2007

ante un nuevo curso

foto realizada por xoolara

Esta semana, como después de cada verano, vuelvo al aula, repaso qué papeles necesitaré para trabajar con mis alumnos y alumnas, qué textos utilizaré para que disfruten (sueño docente) de la literatura, qué textos crearán emulando a los autores que han escrito antes que ellos, qué materiales podrán hacerles menos árido el aprendizaje...


Todo ello es importante, seguro que sí, pero mi alma de profesor sueña con educarles, mostrarles el camino por el que se aprende a vivir, el bosque donde habitan los duendes que hacen que el aprender sea una gozada, los ríos donde saltan los peces mágicos de la sabiduría popular... sueño con pasear con ellos por los bosques, con pescar en silencio y tranquilo junto a la orilla, mientras charlamos de literatura o filosofía, de arte o de gramática, de libros o de amores, de padres o de personajes mágicos...


Y sé que la realidad me golpeará una y otra vez, que la desilusión amenazará mis atardeceres, que tendré que soñar de nuevo sueños renovadores para continuar algunas mañanas... y pasará otro curso, y sólo una sonrisa, un gracias o una conversación con ellos o sus padres volverá a hacer que merezca la pena, se abrazarán sus ganas de aprender y mis ganas de enseñar y pasará otro curso más.


Hoy he copiado un fragmento del poeta Gerardo Diego, de la generación de 1927, que lo dijo mejor que yo en unos versos. Un abrazo esperanzado.




Brindis




.............


y les hablaré de versos y de hemistiquios,
y de Dante, y de Shakespeare, y de Moratín (hijo),
y de pluscuamperfectos y de participios,
y el uno bostezará y el otro me hará un guiño.
Y otro, seguramente el más listo,
me pondrá un alias definitivo.
Y así pasarán cursos monótonos y prolijos.

Pero un día tendré un discípulo,
un verdadero discípulo,
y moldearé su alma de niño
y le haré hacerse nuevo y distinto,
distinto de mí y de todos: él mismo.
Y me guardará respeto y cariño.
Y ahora os digo:
amigos,
brindemos por ese niño,
por ese predilecto discípulo,
por que mis dedos rígidos
acierten a moldear su espíritu,
y mi llama lírica prenda en su corazón virgíneo,
y por que siga su camino
intacto y limpio,
y porque este mi discípulo,
que inmortalice mi nombre y mi apellido,
... sea el hijo,
el hijo
de uno de vosotros, amigos.

Gerardo Diego (Santander 1896 - Madrid 1987) profesor y poeta, no sé si cocinero.