Como cada mañana, entre la niebla y el despertar del día, aparecen los rasgos de cada edificio, de cada torre de mi ciudad, mientras camino, las manos encogidas por el frío en los bolsillos, hacia el edificio donde trabajo.
Entro en las calles medievales, la luz de algunas farolas me iluminan el pasado de ocho siglos que me salen al encuentro. Entro por la calleja que da la vuelta a la iglesia de San Pedro, puedo imaginar las gentes de hace seiscientos años, acudiendo con miedo, con prisa a la iglesia donde se reúnen los nobles bien vestidos y los pobres con harapos, atrás, de pie. Pero todos pasan por la misma puerta, entran bajo la imagen imponente de la Virgen, sonriendo, y las imágenes de los doce apóstoles, pintadas de vivos colores, bajo el tímpano lleno de figuras bellamente esculpidas en la piedra. Todos huelen el incienso que disimula los olores de una ciudad medieval.
Avanzo por el cantón, dejo a un lado casas blasonadas, con escudos de familias que ya no existen, con ventanas donde puedo imaginar a los propietarios de la casa, comentando los avatares de los que pasan por la calle Herrería, con sus carros cargados de fardos de lana o con sus caballos cansados de avanzar en el duro invierno en la ruta que unía Castilla con el norte de Europa, o peregrinos curioseando entre las calles…
Subo a lo alto de la colina, donde se asientan las calles más viejas, palacios renacentistas de familias poderosas que tejieron sus moradas para vencer al tiempo, para dejar sus huellas a un paseante del futuro que se preguntará algún día por aquellas gentes, sus problemas, sus anhelos, sus amores y sus cuitas… que imaginará mientras camina entre la niebla y el frío, que camina seiscientos años atrás y ve salir del palacio una carreta, unos personajes que inician un viaje, mientras saludan a quien se encuentran en la calle.
Tuerzo a la derecha y las siluetas de otras dos torres, de San Miguel y San Vicente, se entremezclan con las paredes de otros palacios y de casas más humildes, más modernas, menos casas. El empedrado de la calle me va marcando el camino, busco la protección de las casas contra el viento, contra la lluvia y voy llegando al trabajo. Al fondo la torre de la catedral, su plaza y su fuente se perfilan contra el cielo, aún negruzco, de la noche, raso y sin nubes.
Enciendo el ordenador y le Edad Media se esfuma, comienzo otro nuevo día de trabajo. El abrazo entre el pasado y el presente, en mi imaginación, produce un destello en el negro de la noche, entre las pocas estrellas que titilan en el cielo. Vuelvo al presente y tecleo mientras miro la pantalla, mi clave personal: “Me encanta mi ciudad, me encanta Vitoria-Gasteiz”
Entro en las calles medievales, la luz de algunas farolas me iluminan el pasado de ocho siglos que me salen al encuentro. Entro por la calleja que da la vuelta a la iglesia de San Pedro, puedo imaginar las gentes de hace seiscientos años, acudiendo con miedo, con prisa a la iglesia donde se reúnen los nobles bien vestidos y los pobres con harapos, atrás, de pie. Pero todos pasan por la misma puerta, entran bajo la imagen imponente de la Virgen, sonriendo, y las imágenes de los doce apóstoles, pintadas de vivos colores, bajo el tímpano lleno de figuras bellamente esculpidas en la piedra. Todos huelen el incienso que disimula los olores de una ciudad medieval.
Avanzo por el cantón, dejo a un lado casas blasonadas, con escudos de familias que ya no existen, con ventanas donde puedo imaginar a los propietarios de la casa, comentando los avatares de los que pasan por la calle Herrería, con sus carros cargados de fardos de lana o con sus caballos cansados de avanzar en el duro invierno en la ruta que unía Castilla con el norte de Europa, o peregrinos curioseando entre las calles…
Subo a lo alto de la colina, donde se asientan las calles más viejas, palacios renacentistas de familias poderosas que tejieron sus moradas para vencer al tiempo, para dejar sus huellas a un paseante del futuro que se preguntará algún día por aquellas gentes, sus problemas, sus anhelos, sus amores y sus cuitas… que imaginará mientras camina entre la niebla y el frío, que camina seiscientos años atrás y ve salir del palacio una carreta, unos personajes que inician un viaje, mientras saludan a quien se encuentran en la calle.
Tuerzo a la derecha y las siluetas de otras dos torres, de San Miguel y San Vicente, se entremezclan con las paredes de otros palacios y de casas más humildes, más modernas, menos casas. El empedrado de la calle me va marcando el camino, busco la protección de las casas contra el viento, contra la lluvia y voy llegando al trabajo. Al fondo la torre de la catedral, su plaza y su fuente se perfilan contra el cielo, aún negruzco, de la noche, raso y sin nubes.
Enciendo el ordenador y le Edad Media se esfuma, comienzo otro nuevo día de trabajo. El abrazo entre el pasado y el presente, en mi imaginación, produce un destello en el negro de la noche, entre las pocas estrellas que titilan en el cielo. Vuelvo al presente y tecleo mientras miro la pantalla, mi clave personal: “Me encanta mi ciudad, me encanta Vitoria-Gasteiz”
27 comentarios:
Y a mí me encanta como escribes y describes. Es un relato magnífico, recorrí las calles contigo y me sentí envuelto de una capa de ilustre antigüedad y sosiego. El ordenador, en efecto, fue un bofetón de regreso a nuestro tiempo Excelente haber disfrutado. Un saludo!
Es hermosa, muy hermosa tu ciudad, tengo el placer de haber estado y pienso volver en cuanto pueda.
Besos y feliz domingo en tu hermosa Gasteiz.
Vitoria muy bonota ciudad, he tenido la ocasión de conocerla muy bien, cuando hize el servicio militar alli (En la base militar de Araca)
Un abrazo
Y no dudo que tu ciudad debe ser encantadora, la imagen que pones es fabulosa y da fe de la belleza de Vitoria, y si a eso se le suma el buen texto con que la acompañas mágico es el lugar.
Saludos
Que ganas de visitar Vitoria. LLveo años queriendo hacerlo y tu entrada aún me ha despertado más ganas.
Què bonita la pintas con la foto y con tus bellas palabras que ademàs denotan el afecto.
Un gran abrazo, Modes.
Enlazas de forma magistral los 8 siglos de belleza de Vitoria con tu cotidianidad frente al ordenador.
Fuerte Abrazo hermano.
Modes, que interesante tu escrito, me has hecho recordar que tantas personas no conocen la historia de su ciudad y que sólo transitan las calles y nada más, pero me llena de gozo notar que quedan personas como tú capaces de amar y comprender los años de historia.
Un fuerte abrazo.
Que dichoso poder vivir en una ciudad medieval rodeado de historia!!
Hermosísima le foto!
Me encantó la mezcla de antigüedad y actualidad que pusiste en este post!
Un beso, Modes!
No me extraña. No he estado en Vitoria, pero todas, sin fallar una, las referencias que tengo es que es una ciudad bellísima.
Y después de leerte todavía me lo parece más.
Saludos.
PRECIOSA FOTO, ?POR CIERTO... QUE COMEMOS HOY? JAJJA
GRAACIAS POR TUS VISITAS, ANQUE LA VERDAD OS TENGO UN POCO ABANDONADOS, SIEMPRE QUE PUEDO OS LEO
BESOS Y FELIZ AÑO
wooow que hermoso lugar...pura envidia de la buena se siente de este lado jejejeje ya siento que amo tu ciudad tambien =)
Felices fiestas abrazos para ti y para tu familia
Yo quiero ir, el próximo año lo hago realidad.
Felices fiestas :o)
Besosss
Y no me extraña porque es una bonita ciudad.
Un abrazo.
Me gusta tu ciudad... y me gusta Bilbao. ¿Qué hago, Modes, con mi corazón partío?
Pedazote de abrazote.
Siempre me resulta asombroso los paisajes tan históricos en las ciudades, que parecen viejos pero a la vez son muy modernos. Siglos y siglos están delante de los propios ojos en un solo momento. Es grandioso...Quisiera conocer Europa.
...magníficas palabras para meterse en el alma de la hermosa Vitoria-Gasteiz !Suerte la nuestra de vivir en un país lleno de pueblos , ciudades y paisajes privilegiados!! España es hermosa...Vitoria es hermosa....tus palabras son hermosas! Gracis por compartirlo!
Abrazogrande!
Modes, que buen relato, permites que nos transportemos a tu lado, por esas calles maravillosas, sientiendo ese friecillo helado.
Un abrazo,
Soraya
No es para menos, por lo que contás parece preciosa, si dan ganas de caminar por ahí con tus ojos :)
Un abrazo y gracias por el paseo!
Jo....ir a trabajar en tu ciudad es un chollo...jeje.
Bonita foto
salut
joan
A medida que conózco su tierra, a través de diferentes blogistas, me parece cada vez más un lugar muy especial y cautivador...
como siempre entrañable post
un abrazo
Modes, conozco Vitoria. La primera vez que la visité hará unos 37 años, luego he ido visitándola más veces. La última vez coincidí en las Fiestas de la Virgen Blanca.
Ya sabes que soy amante del país vasco y desde aquí, invito a quien no lo conozca que no deje de hacerlo.
Agur, amigo
No albergo duda alguna de que el Pais Vasco es precioso, pero tiene que ser aún mayor privilegio verlo contigo.
Besos,
Sólo he pasado por ahí de viaje al sur, por tierra. Bonita ciudad ¡y sin bajarme!
Te felicito por sentir 'como turista' en tu propia tierra. Creo que nos hacen falta altas dosis de ojos muy abiertos para apreciar lo que otros pagamos por ver.
Feliz Navidad.
La verdad es que dan ganas de acompañarte por esas calles y dejarse llevar por las historias que allí sucedieron.
Dan ganas de estar ahí.
Me pregunto si prepararás algo especial para Navidad?
Un abrazo con todo cariño.
Anita.
Tengo que ir a conocer tu tierra, me encanta esos lugares antiguos, medievales, cargados de historias, de piedras, adoquines, musgo...
Bss
wow!!
que tierra más mística y pintoresca!!!
algún día iré!si que siii!!!
besos querido amigo
Felices fiestas para ti y todos tus seres queridos
Publicar un comentario