17 octubre 2006

Reflexión 17 de octubre



Hola lector a quien no veo, hay días que ni quiero, no por no desear la comunicación sino por no ver reflejada en tus ojos mi tristeza. Ya me vale con ver en mi alma la larga y oscura sombre de mi tristeza. Hay momentos en la vida en que se agolpan los motivos para ensombrecer la realidad, los momentos en que convivimos con la parte menos agradable de nuestras vidas.

Pero no me quiero quedar ahí, ensartado entre momentos y recuerdos tristes, como un san sebastián indolente y sin respuesta posible. Quiero ver más allá, necesito ver más allá y, al mirar, con la dificultad de encontrar motivos de alegría en el futuro, en ese desconocido y temible amigo?, entrebusco en los recuerdos y las memorias del pasado, de ese entrañable aunque a veces no tan bonito como quisiéramos amigo!.

Este vaivén de futuro incierto y pasado de todos los colores, ese ir y venir entre el optimismo y la negrura, me lleva a buscar en los poemas que escribí hace tiempo y ofrecer a la visión y reflexión, no sé si de alguien o de nadie, pero que libera un poco mi necesidad de expresión:

A este río, camino de tiempo y de vida
en el estío sin agua, se le ve la herida,
se adivinan en el fondo las ramas y las piedras
secos fangos, grises hiedras.

Río en el presente dolorido
imploro al cielo lluvias tan urgentes
que llenen de verdor estas heridas
de líquido limpio y nuevo tus caudales
que vengan de esos montes a raudales
litros y litros de nueva vida
frescor, verdor y sombra a tus orillas.

Cerca está ya la primavera
que traerá a tu cauce sus milagros
agua que te limpiará los males
de la sequía que hoy te ha envejecido,
que reverdecerá la hierba
agostada por los males y los vientos,
que fortalecerá a tu alrededor los árboles
llenando de sombra fresca la alameda
mientras cantan los hoy ausentes ruiseñores.

Volveré a tus orillas otro instante
a pasear con tus sonidos y tus sombras
a detenerme junto a tu murmullo
cadencioso y tranquilo, casi humano,
reflejo del vivir de mis hermanos,
a sentir tu serena y silenciosa compañía
como siento hoy en el alma tu sequía.


Serás de nuevo arroyo caudaloso
de vida y de tiempo, suave camino
que marca los rumbos al peregrino
y deja su murmullo cadencioso.

Al atardecer, suave y silencioso
dejaré el cayado, refrescaré vino,
vislumbrando en tus aguas el destino
mi discurrir de río, mi reposo.

Al amanecer sentiré el rocío
milagroso de tu otra nueva vida
anunciando el final del seco estío

acunando el bálsamo en la herida
devolviendo al cauce de este río
el agua y la esperanza revivida.

Modesto febrero 2001

Lo releo hoy y aplicado a diferentes personas, me emociona y enmarca con una tierna sonrisa mis lágrimas de compasión, secas a veces y siempre sanadoras.

Un abrazo a quien esto lea.

Modesto octubre 2006

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