Una vieja escalera, los miles de pasos de los cientos de personas que han subido y bajado por ella durante los últimos cien años. Una vieja escalera, los besos a escondidas, los abrazos más tiernos y los gritos más ásperos, las sonrisas más brillantes y las miradas oscuras de desprecio. Vértigo de tantos miles de días con historias repetidas y siempre nuevas.
Un escalera vivida, una escalera mágica donde los recuerdos suben y bajan, igual que en mi memoria. ¿Tendrá escaleras mi cabeza? ¿Subirán las ideas mirándose con cariño, o con dolor, o con miedo? ¿Bajarán las sensaciones saludándose entre si, como viejas conocidas? ¿vivirán las emociones conversaciones sobre el tiempo, sobre la familia y qué tal?
Una imagen muy nítida. La escalera como metáfora del transcurrir del tiempo, ella se mantiene mientras nosotros-as envejecemos y cambiamos poco a poco. Ella mantiene su mármol intacto, casi inmune al paso del tiempo y nosotros-as crecemos, empequeñecemos, envejecemos subiendo y bajando esas escaleras de la vida.
Un deseo: que, cuando nos cueste subir, fatigados por el peso de los años, o por el peso de la vida, sigamos comunicándonos, sigamos hablando con los que suben y bajan, sigamos sintiendo el paso del tiempo en nuestras almas y en nuestras manos, mientras nos agarramos al pasamanos y seguimos adelante.
En los momentos difíciles, cuando más nos cuesta subir las escaleras y sentir las fuerzas para seguir, busquemos una sonrisa de otro-a que baja, de otro-a que sube y saluda; que saludemos con cariño a los que comparten esa escalera con nosotros.
Hoy me cuesta escribir, busco vuestra sonrisa, busco vuestro saludo, la sonrisa y el saludo de los que compartís conmigo esta escalera de la vida, de mi vida y de la vuestra.
Modesto, 31 octubre 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario